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El Maestro

Anónimo

¡Maestro!, dijo el indio de cara pensativa,
ajada por el viento, rugosa por el sol.


¡Dime!, ¿por qué nosotros somos pobres,
y los dueños de la hacienda, no lo son?
No me digas que ha sido su trabajo,
su tesón, su esfuerzo o voluntad;
mis padres se murieron de cansancio,
y mis hijos se fatigan ya.


No me digas, tampoco, que las letras,
porque soy ignorante, pobre peón.
Tú las sabes maestro, y sin embargo,
eres tan pobre como yo.


El cura, para mí, no tiene crédito
cuando predica resignación,
recompensa en un cielo lejano
y obediencia al patrón.


Maestro, ¡dime! ¿Por qué nosotros somos pobres
y los dueños de la hacienda no lo son?
¿Por qué si siembra trigo,
se muere de hambre el peón?.

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